Ayer era el gran día y desde pronto me preparé para el momento estelar: por la tarde cargué el ipad al máximo de batería para poder anotar todos los detalles de la 39ª gala de los premios Goya. Me senté ante el televisor antes de lo habitual para saborear algo de alfombra roja, ya que no paraban de entrar notificaciones de uno de mis grupos más activos (“Los Goya!”) en la noche del cine español.
Puesto que tomé apuntes (¡15 páginas de ipad!) podría caer en la tentación de escribir los comentarios siguiendo el orden cronológico de la gala, pero como el evento fue decayendo -y no quiero que el texto también decaiga-, elijo otra opción.
Empezamos por lo superficial. De los estilismos femeninos de la noche me quedo con las lentejuelas (que ahora me ha dado por ellas): la falda de Natalia de Molina, varios vestidos de Maribel Verdú y Alejandra Silva (la mujer de Richard Gere). De los masculinos, sin duda, el traje que llevaba Richard Gere. Pero mi favorito fue Antonio Banderas (con gafas incluidas): sobrio y elegante. Un señor.
En cuanto a las películas, este año había visto dos de las nominadas, La virgen roja y La estrella azul. Se llevaron algún premio, pero no eran de las favoritas; por tanto, no había presión, jeje.
Las actuaciones musicales me llamaron la atención más que en ediciones anteriores: en general estuvieron todas bien. Particularmente me gustó ver en el escenario a Dani De Morón con Alejandro Sanz, porque a este guitarrista lo escuché hace años en directo, con mi amigo Dani. Otro acierto fue la actuación de los hermanos Morente en La Alhambra (dos simbolismos de Granada). Y, por no extenderme, la versión del Verde que te quiero verde, fusionando tradición y modernidad, me pareció muy acertada -Lorca no podía faltar anoche-.
Las presentadoras, a quienes admiro en su faceta profesional, pasaron muy desapercibidas, en comparación con otros años. Además, no me gustó el papel que le dieron a Leonor Watling; Maribel Verdú, que estaba deslumbrante -y no solo por sus vestidos-, la eclipsó en gran parte de la gala. Cuestión de actitud, chicas.
La ceremonia, en general, no me gustó. Me pareció innecesariamente larga. ¡Cuántos premiados subieron al escenario durante todo el evento! Y todos querían hablar. Entiendo que es un momento muy especial pero, si esto va a ser así, propongo a la Academia de Cine la sugerencia que Fernando me ha hecho esta mañana: que empiece a las 21 h (¡o a las 20 h!). Ese día que hagan el Telediario en la 2.
Sí me gustó, por ejemplo, el comienzo: qué mejor manera de empezar un espectáculo en Granada que con Bienvenidos, de Miguel Ríos. Los actores nominados, la letra adaptada a la ocasión, el mismo Miguel en el escenario y la feminización de la canción con Amaral. ¡Menudo golpe de efecto para lograr uno de los mejores inicios de los Goya que he visto!
La entrega del Goya de honor fue emotiva: Maribel Verdú le dedicó unas palabras preciosas a su amiga Aitana Sánchez-Gijón, con un colofón especial: “Goya de amor”. Se evidenció la amistad y el aprecio verdadero. Aitana Sánchez-Gijón hizo balance de su vida, recordó a los que ya no están e hizo memoria del papel de las mujeres en el cine. Su discurso fue bonito y anoté varias de sus frases:
-La escuela principal (de la vida) es el trabajo constante. ¡Qué gran verdad!
-El escenario es el gran maestro del actor. El aula, el del docente (pensé enseguida).
-Un individuo se define por las personas que han tocado su vida. ¿Quiénes han tocado la mía? (Otra vez a pensar).
Me enterneció ver a Miguel Ángel Silvestre recordando la tragedia que vivimos en mi tierra, Valencia. Por desgracia, los efectos de la DANA permanecen tres meses después. Gracias, académicos, por no olvidarnos. Y el discurso en forma de milonga, ¡un puntazo! Ojalá lo hubieran hecho todos igual. Además, fue el director de una de las dos pelis que había visto. ¡Bien por él!
En resumen, la sensación final fue de decepción. Un decrescendo en toda regla. De hecho, me fui a la cama antes de que terminara la gala porque la entrega del último premio me cabreó: deberían haber avisado de que había dos películas premiadas. Ni una película ni la otra merecían el deslucimiento que vivieron en un momento en que tenían que haber brillado. En fin, cosas del directo. Además, tampoco me gustó que hubiera dos películas premiadas. Si había empate, que los académicos votaran de nuevo, como hacemos cuando elegimos delegado o delegada de clase.
Por no extender más el artículo, confieso que anoté un montón de “frases célebres” que se dijeron en la gala. Me las guardo y, quizás, las comparta en otra entrada. Siempre me ha gustado escribir lo que me impacta y releerlo. Ahora, con el móvil encima a todas horas, me resulta más fácil y, de vez en cuando, publico esas frases en mis redes sociales. Las palabras (me) enseñan a vivir.
(...)
Esta mañana, revisando el blog, he visto que llevo diez años escribiendo sobre los Goya. ¡Esto sí que me ha impactado! Me ha hecho sonreír y pensar, agradecida, en los y las que año tras año leéis este pequeño escrito sobre una de mis noches favoritas. ¡Gracias por estar ahí y compartir cine español!