domingo, 7 de marzo de 2021

Los Goya que prendieron la llama

Esta entrada se iba a titular “Los Goya del Covid” pero, revisionando el evento, he recordado las palabras finales de sus presentadores, directores y guionistas y, por respeto a sus intenciones, he cambiado de título. No me gustó la gala, pero admiro los esfuerzos y la ilusión de todos los que la hicieron posible -especialmente de Antonio Banderas, que estuvo sublime- y justo por eso acoplo mis propias decisiones. Es un gesto de reconocimiento, no de condescendencia, lo prometo.


Anoche empecé fuerte: a las 20h, posición estratégica en el sofá, tableta y móvil en mano, cargador enchufado y ataviada con estilismo similar al de Isabel Coixet: en pijama. Ni con dosis extra de entusiasmo habitual logré engancharme a la gala. Lo siento. No pude con las pantallas y el retardo de internet, con algunas preguntas desacertadas, con varios estilismos exagerados y con la semipresencialidad. Quizás sea porque estoy harta de tanta virtualidad y, también, de tanta hipocresía: según qué, lo presencial es bueno (transporte público, colegios, teatros, cines…); pero, si no me interesa o no me apetece, lo mejor es lo virtual. Carlos del Amor, con su maravillosa voz en off, calificó de metafórico ese patio de butacas vacío, al inicio de la gala; metáfora de la realidad que estamos viviendo. Bueno, me vale la justificación (los recursos retóricos nos echan muchos capotes en la vida cotidiana), pero yo hubiera hecho el esfuerzo -como lo estamos haciendo en muchos otros ámbitos- para que los nominados también hubieran estado presentes, para que el silencio y la ausencia -que ya nos han dolido demasiado tiempo- hubieran sido ahogados al menos por los aplausos, a 2 metros de distancia y con mascarilla, por supuesto. En definitiva: para haber forjado el grato despertar de la pesadilla de las salas vacías, como dijo el mismo Banderas.      


Tomé algunas anotaciones, especialmente de lo que más me iba llamando la atención; de intervenciones, estilismos, anécdotas y, sobre todo, frases, que captaron mi interés por algún u otro motivo. De esto es de lo que me apetece escribir, sin demasiado orden ni concierto; para una “crónica” al uso, ya tenemos las oficiales.


La alfombra roja fue, en mi opinión, más floja que en ediciones anteriores. Anoté esta anécdota que me hizo sonreír: Njwa Nimri acudió a la gala sin haberse probado previamente el traje. ¡Qué seguridad en sí misma! De ellos, me quedo con Banderas y con Jon Kortajarena, guapos los dos. De ellas, con Marta Nieto y Ángela Molina. ¡Me encantaría probarme los vestidos que lucieron anoche! Además, suscribo las palabras con las que la Academia calificaba a la actriz que recibió el Goya de Honor: autenticidad, sensibilidad y talento. ¡Grande Ángela! 


Sí me gustó mucho la música en directo. En la edición de 2017 ya disfruté con la Film Symphony Orchestra. En esta ocasión, la Orquesta Sinfónica de Málaga fue de lo mejor de la gala y me sorprendió que la elección de toda la banda sonora y sus versiones fuera del propio Banderas. Así lo indicaron algunas de las cantantes a las que entrevistaron antes de que comenzara el gran evento. Le alabo el gusto, la verdad; especialmente por la canción elegida para la sección In memoriam, aunque mi amiga Ana la hubiera preferido en su lengua original. Vale la pena, así que os invito a escuchar a Lluís Llach y su Un núvol blanc (disponible en YouTube). 


Me impactó Carlos Latre. No entendía por qué estaba allí, hasta que lo vi tan bien caracterizado de Pepe Isbert que tardé unos segundos largos en reconocerlo. Qué bien lo hizo.


Los incisos internacionales fueron entretenidos: el elenco de actores y actrices que elogiaron el cine español constataron una vez más el poderío que tiene Antonio. 


De las películas de la noche me apetece ver Adú (dos buenos amigos la han visto y sus opiniones son totalmente contrarias, así que me intriga saber con cuál de los dos estoy de acuerdo). También La boda de Rosa y Nieva en Benidorm, porque todas las que he visto de sus directoras me han gustado. El documental de Mabel Lozano (Biografía del cadáver de una mujer) y, por supuesto, la ganadora del Goya a la mejor película, Las niñas. Yo misma podría haber protagonizado esa película, puesto que en junio de 1992 terminé EGB en un colegio de monjas y en septiembre empecé BUP en otro distinto, pero también de monjas. Recuerdo esa etapa, el inicio de la adolescencia, como una de las mejores de mi vida. Además, me hizo gracia que, cuando citó el colegio que había inspirado la historia, mi whatsapp ardía (cito textualmente mensajes recibidos en varios grupos y de varias personas distintas): 

-¿Ha dicho “escolapios”? ¿O he oído mal?

-¡Estudió en escolapios!

-¿Escolapios Pompiliano? 

-Acaban de agradecer a los escolapios.

-Lo he buscado en internet y es escolapias, no escolapios. Ohhhhh, casi.

-Es escolapias, no escolapios. Pero bueno, queda cerca.

Y mi marido me sacó de dudas: Colegio Pompiliano. Fundación Educativa Escolapias. En Zaragoza. Lo confieso: me hizo ilusión que el Goya se quedara tan cerquita de las Escuelas Pías, en las que estudió mi padre, estudian mis hijos y en las que yo -a modo de nexo intergeneracional- vivo mi profesión, vocación y misión. ¡Como para no alegrarme!


Por último, las reflexiones, las frases que me gustaron, que me hicieron pensar, y en las que seguiré pensando (y que compartiré con amigos/as, compañeros/as) unos días como mínimo: 

-La utilidad del cine en la pandemia, para entretener, para evadirse… Hemos necesitado la cultura.

-La cultura como refugio.

-La familia del cine es muy grande, muchos de los que forman la industria cinematográfica no se ven, pero también viven de esto.

-Ha aumentado el porcentaje de mujeres nominadas, en general (41%).

-El poder sanador del cine (palabras de Mariano Barroso, presidente de la Academia de Cine).

-El cine como lugar en el que resguardarnos de la tormenta que vivimos (Carlos del Amor).

-Dicen que para vivir la vida hay que mirar hacia adelante, pero para entenderla hay que mirar hacia atrás (Antonio Banderas).

-El papel del cine, de la cultura, durante la pandemia: “somos contadores de historias”, útiles para entender la realidad, para reflexionar sobre las circunstancias y dar sentido, a través del cine.

Estas ideas dan mucho de sí. Algunas están citadas literalmente; otras, reestructuradas. Todas ellas son temas de conversación, que prefiero tener con quien le apetezca hablar de esto, incluso a través de una pantalla (pero, preferiblemente, en modalidad presencial con todas las medidas de seguridad necesarias, claro). Ahí dejo mi invitación, ¿quién la acepta?


Y acabo como terminó la gala: con esperanza, alegría y mirando al futuro. ¡Valencia 2022! ¡Los Goya vienen a mi ciudad! El próximo año, si Dios quiere, viviré en directo lo que llevo tantos años viendo en televisión. ¡Los espero con muchas ganas e ilusión! 


Se cumplió el deseo de sus presentadores: la llama ya está prendida.




                                             ¡Hasta el año que viene!