jueves, 23 de abril de 2020

Leer es vivir adentro y afuera

Confieso que últimamente se me hace cuesta arriba escribir para los demás. Ya hace tiempo que me da pereza (lo dejé caer en alguna entrada anterior) pero, sobre todo, que me falta motivación. Si soy sincera, esta vez me he puesto delante del ordenador por pura fidelidad a este día, que celebro desde hace muchos años. Y por coherencia personal: si opino que es una fecha destacada, voy a esforzarme por significarla de algún modo que rompa con lo habitual. Nada más raro en mí últimamente que, por ejemplo, llevar a cabo esta tarea de escritura. ¡Pues allá vamos!

Desde que estamos en estado de alarma, son varios los aspectos de este nuevo tipo de vida que asaltan mi pensamiento así, de repente, sin una relación lógica con lo que estoy escuchando o leyendo ese día, o con aquello de lo que estoy hablando en ese momento. Entre otras cosas, me he preocupado por el cabello de las personas (sí, el pelo: ¡nos está creciendo a todos y la mayoría no tenemos oportunidad de cortárnoslo!). Y me he reído pensando en tal o cual familiar o amiga con melenas interminables o bucles ilimitados, con cabezas cual leones y coletas kilométricas; de hecho, tengo cerca un ejemplo de flequillo-cortina que casi impide la visión. Y es que, en el fondo, ese punto asilvestrado que nos está haciendo tomar el confinamiento me parece interesante.

Otro de los temas recurrentes, que resurge en las conversaciones de mesa más o menos cada tres o cuatro días, es el de las librerías. Me paso un rato compartiendo con mi familia fórmulas posibles para que estos establecimientos puedan estar abiertos, y no solo que ofrezcan venta por internet -los que pueden, que no son todos-. Ahora más que nunca los considero un servicio esencial, y os cuento por qué.

En los 41 días que yo llevo en casa justo hoy, 23 de abril de 2020, he tenido altibajos asimilando las muchas propuestas de este tiempo de confinamiento: días en que lo he dado todo aplaudiendo a las 20h y días en que ni tan siquiera he salido; vídeos en los que he participado y otros de los que no he querido saber nada; videollamadas a las que me he conectado y otras que he rechazado porque me han pillado a contrapelo; retos en los que he entrado al trapo con un entusiasmo brutal y otros de los que he pasado olímpicamente… Supongo que como todos. Sin embargo, sí llevo 41 días seguidos haciendo estas tres cosas, sin fallar ni uno de ellos: rezar, hacer ejercicio -miento: me he relajado un par de días probablemente- y leer. De las tres, hoy elijo la última, ¡que por algo es el Día del Libro! 

Si ya disfruto de la lectura en una vida enfocada hacia el exterior como es la mía (y la de casi todos creo yo, sin estar confinados), en este tiempo “hacia adentro” -en todos los sentidos- leer está siendo uno de mis grandes placeres. ¡Qué maravilla disponer de largo tiempo para adentrarte en una historia, en una vida, en un tema que te interesa…! ¡Qué lujo dedicar horas y horas a deleitarse con un relato bien escrito, con una reflexión bien construida, con unas palabras embaucadoras…! Y qué interesante sugerirnos títulos y autores por redes sociales varias. ¡E incluso por videoconferencia! Sí, leer da vida y construye, libera, da sueños, abre la mente y el corazón, enseña y anima. Leer llena. Y en este momento de incertidumbre y oscuridad, tranquiliza y alumbra las mentes activas, y es capaz de despertar las pasivas. ¿Es la lectura esencial o no? ¡Y tanto que sí!

Jorge Luis Borges decía: “uno no es por lo que escribe, sino por lo que ha leído”. Ahora tenemos tiempo: aprovechemos y leamos para ser mejores, para que esta experiencia no pase en vano por nuestras vidas y para que, cuando podamos volver a vivir fuera y hacia fuera, nuestro interior vuelva a las calles fortalecido por todos los libros que nos han enriquecido.

En este tiempo donde los científicos están dedicando mucho esfuerzo y tiempo a conseguir los anticuerpos idóneos que aplaquen este dichoso virus, démonos una inyección de anticuerpos con la lectura, y también con la escritura. La primera nos permitirá mirar y escuchar de otra manera. Un buen lector es una persona con criterio o, al menos, con capacidad para ampliar las palabras de otros y saber manejarlas sin que nos hagan daño. La segunda es una terapia muy sana para canalizar tantas emociones que vemos surgir en nosotros estos días. Esta vacuna es gratuita, universal y no tiene efectos secundarios, ¡bueno!, quizá nos haga soñar despiertos…






PS: En este confinamiento llevo varios libros leídos, como todos. A modo de recomendación: “La Pasión. Contemplaciones en papel”, de José Mª Rodríguez Olaizola (mejor leerlo el año que viene, en Semana Santa). “Señora de rojo sobre fondo gris”, de Miguel Delibes (triste pero delicioso, como el autor) y mi lectura actual: “Jo confesso”, de Jaume Cabré, que promete. ¿Y tú? ¿Me recomiendas alguno, en los comentarios de esta entrada? ¡Me encanta compartir lecturas!

¡FELIZ DÍA DEL LIBRO!