miércoles, 24 de agosto de 2022

Sequía


En los últimos meses varias personas me han preguntado por el blog. Me ha llamado la atención y me ha animado a pensar algo sobre lo que escribir. Cuando me venía esto a la cabeza ("tengo que escribir, tengo que escribir") y pensaba temas, se me asomaba recurrentemente esta idea: "Estás en tiempo de sequía". Da rabia, ¿sabes? Querer hacer algo y no tener ganas; querer hacer algo y no poder; querer hacer algo y que cueste mucho. Es cierto que para contrarrestar esa sensación tenemos un buen remedio, válido para la mayoría de las veces: el empeño. O, en versión creativa, la inspiración, que vendría a ser como una lluvia inesperada para el terreno árido. Sin embargo, en este caso, yo he optado por dos caminos alternativos: la paciencia (conmigo misma, que es con quien más me cuesta) y el cambio de posición: no ser emisora, sino receptora. Leer, escuchar, mirar... en lugar de escribir y hablar. Y, fíjate tú, ¡ha funcionado!: la palabra recibida hace brotar la palabra.


De la lectura de estos últimos meses me han gustado especialmente dos novelas: La hora azul, de Alonso Cueto, y El mentiroso, de Mikel Santiago. El primero lo tenía en la estantería desde Navidades, más o menos, y el segundo ha sido un préstamo de última hora, en los días previos a las vacaciones. Los dos, muy buenos, cada uno en su estilo. Los recomiendo muchísimo, sobre todo el primero: premio Herralde 2005, literatura peruana, prosa impecable, historia sobrecogedora. ¡Leedlo y veréis! El segundo es desengrasante a más no poder. Leyéndolo ávidamente, he querido estar en los escenarios que describe la novela, y no descarto algún viaje fugaz al norte de España para volver a recrearme por allá. ¡Me encantaría! Además, veo una buena serie o peli de esa historia. Tiempo al tiempo, amigos.


De la escucha, me quedo con el último cd que me he comprado (y que no para de sonar en mi coche, desde la adquisición): Omega, de Enrique Morente y Lagartija Nick. ¡Un pelotazo! Fue muy polémico en su momento, pero la combinación de Cohen, Lorca y los susodichos rompió moldes y es sublime. Poneoslo, aunque sea una canción. Podéis elegirla por el título, porque son todos muy sugerentes. ¡Ya me contaréis cuál habéis escogido! 


Del mirar, y siendo fiel a mis devociones, destaco mis programas básicos y necesarios, los que son apuesta segura para mí en cualquier situación, de la 2 (cómo no): Imprescindibles y La matemática del espejo. Por seleccionar algunos de los vistos este mismo verano, me quedo con el Imprescindibles de José Luis Gómez (¡menudo descubrimiento he hecho!) y con la entrevista que Carlos del Amor le hizo a Candela Peña. Me gustó tanto que envié el enlace a varias amigas que quiero que la vean (para comentar, por supuesto, que es lo mejor).  


Después de todo, reconozco que cambiar de perspectiva me ha sentado bien; casi tanto como las vacaciones. La opción de no tomar la voz de vez en cuando no está nada mal. Sentarte y ser espectadora, atenta a lo que otros cuentan, entretiene y enriquece. Dejar que el agua de otras mentes te riegue cuando estás seca, alivia y empapa. ¡Qué maravilla! 


Y quizás, un poco enriquecida y empapada, te conviertas en un pequeño chorrito de agua para cuando otras personas están en temporada de sequía.




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