domingo, 21 de junio de 2020

Cronología personal de Ruiz Zafón

Me enteré de su fallecimiento en un grupo de whatsapp, a media mañana del viernes. La noticia me sorprendió porque no sabía que estaba enfermo. La reacción fue corta pero intensa: como si me hubieran dado un bofetón inesperado y seco. Continué el ritmo del día pero, a partir de ahí, las sensaciones y detalles en torno a este escritor y su obra se fueron sucediendo.

Recuerdo vagamente la primera vez que oí hablar de la novela: me la recomendaba mi amiga Ana, seguramente en un pasillo del cole o en alguna conversación de despacho. Sin embargo, la memoria se vuelve nítida cuando pienso en la lectura: leí La sombra del viento en las navidades de 2004. El relato me enganchó y me conquistó, como a todos los que lo hemos leído. Años después, el mismo verano de su publicación, en 2008, leí El juego del ángel, pero ya no fue lo mismo. Más tarde, también en verano, elegí Marina -primer libro que compré de 2ª mano-. A mis hijos les impresionaba porque decidí leerlo solo durante el día, ya que de noche me asustaba -siempre he sido muy miedica, yo- y me costaba conciliar el sueño.

El prisionero del cielo fue un regalo de Maite y se centra en la historia de Fermín Romero de Torres. Son los dos detalles que no he olvidado. Esta tercera novela me pasó casi desapercibida, pero me reconcilió de alguna manera con el universo de la gran tetralogía de este autor. La anterior me había distanciado; esta supuso algo así como un reencuentro discreto con una buena amiga de quien has desconectado demasiado tiempo. Los mecanismos inconscientes se ponen en marcha y los lazos afectivos recobran fuerza al instante.

El último llegó como una visita inesperada el año siguiente de su publicación (¡bendita costumbre la mía de poner el año de adquisición en las primeras hojas de los libros! Como poco, facilita la reconstrucción de historias a base de recuerdos de lectura). Mª Jesús me deseaba un buen verano con una tarjeta preciosa y un libro gordísimo. Ella, una lectora excelente, hizo una apuesta segura y ganó. Aún lo dejé en barbecho un año más en unos de mis armarios con libros, y le tocó el turno en agosto de 2018. El laberinto de los espíritus es un libro especial por muchos motivos, pero como esto es una cronología personal, lo vinculo a un momento particular: con él inauguré mi nueva etapa de veranos en la playa. De hecho, rescatándolo de la estantería para rememorar con el tacto, el ejemplar parece más viejo de lo que es, porque ha pasado muchas horas en la orilla del mar, en una silla de la piscina, encajado en un bolso con toallas húmedas y botes de crema protectora. Es un ejemplar todoterreno.

Estos días he leído algunos enlaces de la noticia del fallecimiento de Carlos Ruiz Zafón. Desconocía algunos detalles, como que La sombra del viento está considerada la novela española más difundida después del Quijote. Sí sabía que es uno de esos raros libros que llevan a la lectura a mucha gente que habitualmente no lee. Por eso, hace unos cuantos años mis compañeras y yo decidimos que lo leyeran nuestros alumnos en 4º ESO, curso en el que se estudia literatura contemporánea y edad ideal para hacer las primeras incursiones -quienes no las han hecho aún- en la narrativa para adultos. Cuando dialogaba con los alumnos sobre la novela a modo de un examen oral de lectura, aunque a unos les gustaba leer más que a otros, todos coincidían en que la historia atrapaba desde el principio, e incluso lo decían aquellos que solo se acercaban a un libro si era estrictamente obligatorio.

Lo más curioso de todo fue recibir el viernes varios mensajes de exalumnos compartiendo conmigo la noticia, comentando aquellas clases, recordando e incluso agradeciendo aquella lectura de la 3ª evaluación. Fue gracioso un encuentro casual esa misma tarde con uno de ellos, hoy todo un hombre hecho y derecho, a quien hacía mucho que no veía y que retrocedió su andadura solo para saludarme:

-Justo hoy he pensado en ti, María, por la muerte de Ruiz Zafón. ¿Te acuerdas cuando nos hiciste leer su libro en tus clases? Que sepas que después me he leído más de él.

Una expresión sencilla que condensa la grandeza de este escritor y el deseo de cualquier profesora de literatura.

Para terminar, dos regalos, dos fragmentos de este maestro de la palabra.

El primero, de La sombra del viento, lo guardo en la memoria como una de las descripciones más bonitas del primer encuentro amoroso:

El hombre más sabio que jamás conocí, Fermín Romero de Torres, me había explicado en una ocasión que no existía en la vida experiencia comparable a la de la primera vez en que uno desnuda a una mujer. Sabio como era, no me había mentido, pero tampoco me había contado toda la verdad. Nada me había dicho de aquel extraño tembleque de manos que convertía a cada botón, cada cremallera, en tarea de titanes. Nada me había dicho de aquel embrujo de piel pálida y temblorosa, de aquel primer roce de labios ni de aquel espejismo que parecía arder en cada poro de la piel. Nada me contó de todo aquello porque sabía que el milagro solo sucedía una vez y que, al hacerlo, hablaba un lenguaje de secretos que, apenas se desvelaban, huían para siempre.

El segundo, de la misma obra, es un consuelo para aquellos a los que nos duele su pérdida.
Gracias, Carlos, por mostrarme un pedacito de tu alma, que se fusiona con la mía, en cada una de tus historias.

jueves, 23 de abril de 2020

Leer es vivir adentro y afuera

Confieso que últimamente se me hace cuesta arriba escribir para los demás. Ya hace tiempo que me da pereza (lo dejé caer en alguna entrada anterior) pero, sobre todo, que me falta motivación. Si soy sincera, esta vez me he puesto delante del ordenador por pura fidelidad a este día, que celebro desde hace muchos años. Y por coherencia personal: si opino que es una fecha destacada, voy a esforzarme por significarla de algún modo que rompa con lo habitual. Nada más raro en mí últimamente que, por ejemplo, llevar a cabo esta tarea de escritura. ¡Pues allá vamos!

Desde que estamos en estado de alarma, son varios los aspectos de este nuevo tipo de vida que asaltan mi pensamiento así, de repente, sin una relación lógica con lo que estoy escuchando o leyendo ese día, o con aquello de lo que estoy hablando en ese momento. Entre otras cosas, me he preocupado por el cabello de las personas (sí, el pelo: ¡nos está creciendo a todos y la mayoría no tenemos oportunidad de cortárnoslo!). Y me he reído pensando en tal o cual familiar o amiga con melenas interminables o bucles ilimitados, con cabezas cual leones y coletas kilométricas; de hecho, tengo cerca un ejemplo de flequillo-cortina que casi impide la visión. Y es que, en el fondo, ese punto asilvestrado que nos está haciendo tomar el confinamiento me parece interesante.

Otro de los temas recurrentes, que resurge en las conversaciones de mesa más o menos cada tres o cuatro días, es el de las librerías. Me paso un rato compartiendo con mi familia fórmulas posibles para que estos establecimientos puedan estar abiertos, y no solo que ofrezcan venta por internet -los que pueden, que no son todos-. Ahora más que nunca los considero un servicio esencial, y os cuento por qué.

En los 41 días que yo llevo en casa justo hoy, 23 de abril de 2020, he tenido altibajos asimilando las muchas propuestas de este tiempo de confinamiento: días en que lo he dado todo aplaudiendo a las 20h y días en que ni tan siquiera he salido; vídeos en los que he participado y otros de los que no he querido saber nada; videollamadas a las que me he conectado y otras que he rechazado porque me han pillado a contrapelo; retos en los que he entrado al trapo con un entusiasmo brutal y otros de los que he pasado olímpicamente… Supongo que como todos. Sin embargo, sí llevo 41 días seguidos haciendo estas tres cosas, sin fallar ni uno de ellos: rezar, hacer ejercicio -miento: me he relajado un par de días probablemente- y leer. De las tres, hoy elijo la última, ¡que por algo es el Día del Libro! 

Si ya disfruto de la lectura en una vida enfocada hacia el exterior como es la mía (y la de casi todos creo yo, sin estar confinados), en este tiempo “hacia adentro” -en todos los sentidos- leer está siendo uno de mis grandes placeres. ¡Qué maravilla disponer de largo tiempo para adentrarte en una historia, en una vida, en un tema que te interesa…! ¡Qué lujo dedicar horas y horas a deleitarse con un relato bien escrito, con una reflexión bien construida, con unas palabras embaucadoras…! Y qué interesante sugerirnos títulos y autores por redes sociales varias. ¡E incluso por videoconferencia! Sí, leer da vida y construye, libera, da sueños, abre la mente y el corazón, enseña y anima. Leer llena. Y en este momento de incertidumbre y oscuridad, tranquiliza y alumbra las mentes activas, y es capaz de despertar las pasivas. ¿Es la lectura esencial o no? ¡Y tanto que sí!

Jorge Luis Borges decía: “uno no es por lo que escribe, sino por lo que ha leído”. Ahora tenemos tiempo: aprovechemos y leamos para ser mejores, para que esta experiencia no pase en vano por nuestras vidas y para que, cuando podamos volver a vivir fuera y hacia fuera, nuestro interior vuelva a las calles fortalecido por todos los libros que nos han enriquecido.

En este tiempo donde los científicos están dedicando mucho esfuerzo y tiempo a conseguir los anticuerpos idóneos que aplaquen este dichoso virus, démonos una inyección de anticuerpos con la lectura, y también con la escritura. La primera nos permitirá mirar y escuchar de otra manera. Un buen lector es una persona con criterio o, al menos, con capacidad para ampliar las palabras de otros y saber manejarlas sin que nos hagan daño. La segunda es una terapia muy sana para canalizar tantas emociones que vemos surgir en nosotros estos días. Esta vacuna es gratuita, universal y no tiene efectos secundarios, ¡bueno!, quizá nos haga soñar despiertos…






PS: En este confinamiento llevo varios libros leídos, como todos. A modo de recomendación: “La Pasión. Contemplaciones en papel”, de José Mª Rodríguez Olaizola (mejor leerlo el año que viene, en Semana Santa). “Señora de rojo sobre fondo gris”, de Miguel Delibes (triste pero delicioso, como el autor) y mi lectura actual: “Jo confesso”, de Jaume Cabré, que promete. ¿Y tú? ¿Me recomiendas alguno, en los comentarios de esta entrada? ¡Me encanta compartir lecturas!

¡FELIZ DÍA DEL LIBRO!

domingo, 26 de enero de 2020

Pinceladas de los Goya


El título de esta entrada se me ha ocurrido esta mañana en el baño, mientras me maquillaba rápidamente, porque tenía poco tiempo y mucha urgencia de puntualidad. Quizás por aquello de usar los pinceles con celeridad para intentar ponerse guapa. Resulta que este año la gala de los premios del cine español me ha coincidido con un acontecimiento denso e importante de dos días, sábado y domingo, que me ha dejado muy llena pero agotada a la vez. Los Goya han sido un paréntesis voluntario este fin de semana, necesario para seguir asentando la tradición de verlos en familia; pero después de tanto escribir estos días, prefiero dar pinceladas de la gala con las palabras, como si pintara un cuadro, a partir de los mensajes enviados y recibidos, de las conversaciones posteriores, de ideas sugerentes que fui anotando anoche para recordarlas hoy… 

(Preparo los pinceles, el agua, la paleta, el lienzo…)
Como siempre, me senté en el sofá motivadísima para ver y disfrutar la gala. Este año, con el previo de una cena sorpresa preparada y servida cuando llegué a casa, apenas una hora antes de que empezara el espectáculo, era fácil que todo fluyera bien.

(Empiezo: tono azul pastel, de fondo, para la música…)
El inicio me gustó: historia del cine cantada y bailada. Estas actuaciones, más comunes en años anteriores que ahora, me parecen un acierto porque nos entretienen a todos y nos introducen de lleno en la dimensión en la que todos queremos entrar esa noche: la ficción. También me gustó el baile de cierre, encabezado por uno de los mejores de la noche, Antonio Banderas. Destaco la versión que hizo Pablo Alborán de “Sobreviviré”, aunque me quedo con la de Manzanita. Y la voz de Amaia: ¡digno homenaje para el Goya de Honor!

(No sigo un orden porque no pretendo hacer hiperrealismo; la intención es más bien llenar un lienzo con las impresiones personales. Cojo otro pincel, el naranja, para los guiones).
Me llamaron la atención algunas frases relacionadas con los guiones y guionistas. En concreto, esta parte del diálogo entre González-Sinde y Bob Pop:
            -¿Qué pasó con esos guiones tan bonitos que escribimos?
            -Yo qué sé, Ángeles; que dejamos que la vida los dirigiera, y míranos…

Uno de los guionistas de “Intemperie” agradeció el premio al guion original de un modo precioso, dirigiendo esta frase tan poética a su familia: “Hacen (los familiares) mucho mejor este territorio que a algunos escritores nos da tanto miedo y que se llama vida real”. Y, en consonancia con el diálogo anterior, destacó la importancia de “contar historias y que no las cuenten otros por nosotros”.

Estas ideas dan mucho de sí, al hilo de pistas para la vida: la importancia de los seres queridos, los sueños rotos, el silencio, la manipulación... Son motivo de largas conversaciones y largas escrituras, pero las dejo aquí y paso a otra escena.

(Para un detalle muy concreto, el verde).
Me gustó la síntesis del concepto de inclusión que se pronunció en el discurso de agradecimiento por el Goya a mejor película europea, "Los miserables": vive y deja vivir. Yo apostillaría: vive y ayuda a vivir. El tema me mueve, pero he de contenerme, que solo estoy dando ligeras pinceladas...

(De nuevo un tema de fondo, volvemos a los tonos claros, con un beige)
Me volvió a impresionar la cantidad de premios que se dan a los profesionales que no conocemos: maquilladores, sonidistas, músicos… No son famosos, pero sí imprescindibles. Y es que una película costará mucho de hacer, entiendo. Pero vale la pena, igual que todo lo que cuesta en esta vida. Todos ellos, tanto los rostros conocidos de la pantalla como las caras invisibles de los que trabajan detrás de la cámara, e incluso antes de ella, cuentan historias que nos ayudan a entender la realidad.

Me impactó en concreto el consejo de uno de los premiados en estas categorías "de fondo". Hablaba de su infancia diferente a la de otros niños de su edad, son una marcada vocación poco común, y dijo: "A los padres de los niños frikis con inquietudes artísticas, apoyadlos y dejadlos soñar, porque los sueños se hacen realidad”. A mí me hizo pensar en tantos niños y niñas que no se sienten atraídos por las aficiones comunes, y a cuyas familias les cuesta encajarlas; muchas veces queriendo hacerlo, no pueden. De nuevo, cambio de color y de pincel.

(Para los personajes, el negro, y pincel de trazo fino; es el momento de marcar y resaltar).
El presidente de la Academia, Mariano Barroso, tuvo un detalle bonito: se acordó de las víctimas del temporal que, simultáneamente, vivían una realidad muy distinta a la del Palacio de Deportes de Málaga. Me alegra que la ficción no haga que olvidemos la realidad.

No me gustó la confrontación que hizo Almodóvar entre el cine de autor y el cine de las plataformas televisivas. Lo admiro como director, me gustan sus películas, pero no me pareció justo menospreciar un tipo de producción que lleva el cine español a la mayoría de los espectadores del país, y que permite que profesionales del sector paguen sus facturas a fin de mes, como cualquier hijo de vecino. Es fácil hablar así desde ese trono cinematográfico donde se sienta el director manchego, pero por desgracia la gran mayoría de los que se dedican a filmar ficción no disfrutan de esa ubicación privilegiada.

Uno de sus oponentes en varias categorías, sin embargo, fue un ejemplo de discreción: Amenábar omitió los elogios que Eduard Fernández le dirigía al leer en su móvil el mensaje que este le envió para agradecer su premio. Discreto a la par que elegante. Me encantas, Alejandro.

(Un detalle personal, de color blanco, que combina con todo)
Mis agradecimientos particulares van para la voz en off, que siempre comenta en su justa medida. Y para los premiados y artistas en general que subieron al escenario: yo esperaba una gala cargada de ataques políticos a los mismos de siempre, pero fue un alivio que disminuyera ese tipo de contenido en los discursos. El cine español es muy buen cine para todos, no solo para los votantes de determinados partidos, creo yo. Esto, como el resto del cuadro, es solo mi opinión.

Con todo, la valoración global es positiva. La gala me resultó algo sosa y precedible, pero como le dije a Pablo anoche, “nosotros somos incondicionales de la gala. No fallamos en verla aunque sea un `truño´”.

Por último, comparto dos enlaces que me llegaron por whatsapp. Agradezco a mi compañera y amiga María los hallazgos, y el compartir momentos espléndidos como este, que hacen más llevaderos los momentos duros que también compartimos.

Para disfrutar de la alfombra roja:

Para conocer el origen de los Goya:

Y un atrevimiento por mi parte: para los que os perdisteis la gala, aquí la tenéis completa (¡si hay algún o alguna valiente que la vea entera,  ha de confesármelo aunque sea en privado, por favor!):



¡OJALÁ NOS VEAMOS EL AÑO QUE VIENE EN VALENCIA!