lunes, 13 de agosto de 2018

Pequeños refugios

Hace tiempo que no paso por aquí y ya era hora. A veces el tiempo hace creer que olvidamos, pero en realidad no es así. Una siempre vuelve –o debería hacerlo- a los lugares donde ha estado a gusto. O donde ha echado raíces más o menos sabrosas, por lo menos.

Escribo casi de modo instintivo, porque esta semana el tema ha sido recurrente. Y me parece interesante e importante no dejarlo pasar. 

La primera anécdota que lo motiva es una conversación de whatsapp, de las cotidianas (en uno de los grupos más activos del que formo parte y en el que ‘hablamos’ a diario): uno de mis amigos este año no ha acudido a una cita típica del verano. Él y sus colegas (pero más sus colegas) han dejado que la realidad se imponga a la tradición, a las buenas costumbres (que no bondadosas, jeje) y ya no ha podido disfrutar de su día especial de recuerdos adolescentes y encuentros casi siempre afortunados. En nuestra charla virtual comentábamos que, aunque a veces dé pereza, uno no puede fallar a esas convocatorias. Estas pequeñas pérdidas suponen, sin darnos cuenta, algo de renuncia a ser nosotros mismos. Yo así lo pienso: pequeñas costumbres bonitas (de encuentros y reencuentros con personas, lugares, sensaciones…) me hacen revivir que soy un poquito más yo.

El otro destello temático relacionado con esto lo he encontrado en el libro que estoy leyendo ahora (El laberinto de los espíritus,de Carlos Ruiz Zafón). Llega un momento de su vida en que Alicia, uno de los personajes principales, rememora una sabia enseñanza que me aplico desde ya:

El año en que Alicia Gris llegó a Madrid, su mentor y titiritero, Leandro Montalvo, le enseñó que cualquiera que aspire a conservar su sano juicio necesita de un lugar en el mundo en el que pueda y desee perderse. Ese lugar, el último refugio, es un pequeño anexo del alma al que, cuando el mundo naufraga en su absurda comedia, uno siempre puede correr a encerrarse y extraviar la llave. Uno de los hábitos más irritantes de Leandro era el de tener siempre la razón.

En la historia el refugio de Alicia es, cuanto menos, curioso. Es de los lugares donde yo también me refugiaría, y hasta podría vivir allí. Ella lo visita periódicamente, según necesidades vitales y épocas. Y le ocurre como en el caso anterior: cada vez que va, es un poquito más ella.  Se va (re)construyendo, hasta el punto de poder contar allí y a Virgilio, su habitante, lo que nunca ha podido verbalizar a nadie. Ni a ella misma.

Algo así ocurre con esas citas anuales que no podemos perdernos. Quizás algún año sí, venga, por causa de fuerza mayor. Pero ya está. Solo uno. Porque cuanto menos nos esforzamos por vencer esa pereza mental (realmente está en nuestra mente, no en nuestro cuerpo), más fuerte se hace, más nos cuesta, menos podemos. Y nos perdemos uno de esos pequeños refugios que nos ayudan a rememorar, a acordarnos de lo que éramos para conocer y apreciar mejor lo que somos. Por eso, quizás podríamos plantearnos asistir (¡u organizar!) uno de estos encuentros de aquí a… ¿final de año? ¡Quizás!

Y mi última propuesta: visitar de nuevo o encontrar por vez primera nuestro refugio, como el que tiene Alicia. Es maravilloso tener un lugar donde poder estar y ser tú, donde encontrarte con tu esencia. Además, es necesario. Los vaivenes de la vida hacen que, sin puntos fuertes a los que aferrarse, todo sea más difícil de sobrellevar.

Para descubrir el pequeño refugio de Alicia Gris solo hace falta leer una novela. Para descubrir el mío, el tuyo, solo hace falta “leer” el alma. Y, dicen algunos, el verano es un tiempo propicio para la lectura.


(La imagen en esta entrada la ha de poner cada uno, porque me gustaría que fuera la de su pequeño refugio, o de uno de ellos. En los comentarios, por ejemplo.
Sin decir el lugar. Un refugio siempre es secreto -shhhhhh-).

7 comentarios:

  1. Cierto, bonito, romántico, nostálgico y entrañable. Bravo!

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  2. Cierto, bonito, romántico, nostálgico y entrañable. Bravo!

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  3. Ese refugio secreto cambia con el tiempo, las personas y las experiencias. Puede ser compartiéndolo con los seres queridos o a solas. A veces “ese lugar maravilloso donde poder estar y ser tú, donde encontrarte con tu esencia” es la habitación de un hotel donde descubres que las horas pasan volando cuando lo pasas bien, sin maquillaje, sin máscaras,... A veces ese sitio especial es estar al lado de la persona adecuada en el momento adecuado.
    A veces el refugio se encuentra en una amistad nacida de un viaje...
    A veces el refugio se encuentra en tí.

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