lunes, 21 de diciembre de 2015

Cumplir vs Vivir años

(A mi amiga María M. en el día de su "viveaños")

Los años son como las gotas frías de agua que se filtran entre las rocas, resbalan en un itinerario siempre incierto, invisible la mayor parte de su trayecto, pero que siempre acaban resbalando por la misma superficie y goteando sobre el mismo lugar. Solo la dulce, tierna y paciente espera hace que una sorprendente estalactita desafíe la gravedad sonriendo con gesto pétreo desde la altura de la pared que la alimenta y la nutre. Gota a gota. Año a año. ¡Chop! ¡Una gota más! ¡Chop! ¡Un año más! Y en este candencioso chapoteo, nacemos, crecemos, maduramos, envejecemos, y un día, ¡chop!, morimos.
Pero no somos piedras por más que algunos se empeñen en tratarnos como tales. Nuestro decurso es más nuestro que del azar, aunque dejemos jugar la suerte de nuestras vidas a la ruleta de lo cotidiano e inesperado. Las personas, las mujeres y hombres, ¡vivimos! Y sí, chapoteamos, pero para danzar y cantar disfrutando de la lluvia que nos empapa y nos recupera para la Naturaleza. No cumplimos, vivimos.
Mi amiga M. vive un año más. Imagino que como miles, quizá millones de personas en el mundo en este mismo día. Aunque intuyo que muchos simplemente 'cumplen', ella, en cambio, vive un año más.
M. como miles, quizá millones de personas en el mundo, ha hecho de su vida y de sus años una oportunidad para que otros puedan deambular por su propia vida con la misma intensidad. Por eso, le apasiona educar. Piensa que su existencia es un tobogán de agua tan largo, que le da tiempo a gritar a otros que bajen con ella. Y mientras los convence para que suban, escalón tras escalón, hasta el rellano de salida, les va narrando con sorpresa e intensidad lo fascinante que es la veloz bajada. Así, día a día, anima a estudiar, a descubrir nuevos mundos fantásticos, a memorizar cuatro poesías básicas que permiten cruzar las fronteras de cientos de mundos y experiencias. Y lo vive tanto, que suscita el deseo de emularla. Y ¡allá se lanzan tras años de estudio por el mismo tobogán resbaladizo y divertido!
M. como cientos, quizá miles de personas en el mundo, piensa que su vida es un inmenso regalo, y gusta de envolverlo con los envoltorios más curiosos y llamativos. Le pone lazos, adornos, y disfruta más considerando el regalo, que prestando atención a su funcionamiento, por eso ríe más, disfruta más y goza como una párvula rodeada de gominolas. Es tanta su alegría, que la transmite como lluvia, y solo los embozados en chubasquero y provistos de paraguas quedan indemnes a sus artes ilusionantes. Aunque si M. se da cuenta, sopla un viento tremendo que pone varillas arriba el hongo protector y sus gotas de entusiasmo se cuelan por todos los orificios. ¡Así de intensamente vive sus años!
M. como decenas, quizá cientos de personas en el mundo, vive cada año como si lo ganara, y lo único que pierde es lo que no ha podido vivir o hacer disfrutar a los demás. Por eso, se mete en tantas vidas ajenas y goza con sus historias. Conoce yo no sé cuántos relatos humanos, unos por pura relación directa y muchos, por esa extraña y peculiar costumbre en la que le gusta ganarse la vida... leyendo. Tiene tanta habilidad para la lectura que ha conseguido que sus manos y dedos acaricien la historia antes de mirarla. Recorre con tanta delicadeza y suavidad las hojas, que hay testigos que aseguran haber escuchado gemidos de placer en más de uno de sus libros. Cuando deposita con avidez sus ojos en las letras, éstas yacen estremecidas por el tacto y le devuelven emotivamente el agasajo. Digno intercambio del amor verdadero. Así ha aprendido a amar, leyendo y a leer, amando.
M. como solo ella, quizá alguna persona más en el mundo, ha hecho de su vida el mejor parque de atracciones, el parque más frondoso y divertido, el patio más ruidoso y bullicioso, la calle más adornada y limpia, el aula más interesante y pedagógica, la cocina más saludable y enjundiosa, la capilla más silenciosa y trascendente, el lecho más intenso y fecundo... Ella habita los espacios con sus años, y los vive, por eso los transforma. Porque mi amiga M., ya hace mucho tiempo que no cumple años, solo los vive. Y hasta yo, en los brevísimos espacios y tiempos que pasamos juntos, me siento revivir por su demencia para el aburrimiento y la tristeza y su locura de vida intensa.
M. ¡Muchas felicidades!



C. ¡GRACIAS POR ESTE REGALO!

(Fecha de publicación original: 2 de septiembre de 2015)

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