Cuando
lo que veo, leo, siento o pienso no puedo expresarlo con las palabras que
almaceno desde mi infancia, sé que estoy ante un acontecimiento que me
transciende o me supera. Me ha pasado ante la erupción de un volcán en directo;
la fiesta sorpresa de un grupo de compañeros; el detalle tierno de un niño
pequeño; la lectura de 'Cien años de soledad' o el recuerdo de momentos y
personas de una etapa que se acaba en mi vida... Pero esta vez, ha sido
distinto.
Tras
su lectura, no encontré siquiera el sentimiento; es más, creo que no sentí. Fue
una sensación entre el vacío y la orfandad emotiva. Busqué reacciones que
pudieran suscitar algo en mí, que despertasen mi letargo apático, pero los
comentarios triviales sobre otros acontecimientos deportivos contemporáneos a
la noticia leída, solo hicieron que excavar más profundo el hueco. No lograba
salir de la acedia. Quise ampliar la noticia leída con la imaginación: ¿cuántas
son 400 personas? Más que todos los alumnos de Secundaria de mi colegio; el
salón de actos a rebosar; 8 autobuses llenos; casi 40 equipos de fútbol; más
personas que caben en un airbus 340... Pero no me venía la imagen de una
embarcación a motor con 400 personas a bordo, pues tantas personas me da la
impresión que solo caben en los grandes cruceros. Y de repente, una imagen me
hizo reaccionar, ¿cómo flotan 400 cuerpos inertes? Y en ese momento me sentí
horrorizado. Pensar en todos mis alumnos de Secundaria flotando boca arriba,
inflados por el agua; imaginar a todo el auditorio de mi colegio (niños,
adultos y ancianos) balanceándose sin dueño sobre las aguas; visionar a los
jugadores de fútbol de todos los equipos de primera y segunda división con la
piel blanquecina y arrugada por el agua fría del mar... Me sobrecogí, y sin
tiempo a reaccionar, me vino una convulsión involuntaria, descubriendo que tras
los cuerpos flácidos y ausentes, pude ver a mi madre, a mis hermanos, a mis
amigos, a mis compañeros de trabajo, a... Me derrumbé. O detenía mi puñetera y
macabra imaginación o podía acabar destemplado, desvelado y azorado. Era de
noche.
Pasaron
unos minutos. Seguí trasteando con la yema del pulgar otros tuits con mensajes
totalmente irrelevantes que se sucedían de noticias deportivas sobre dos
equipos de fútbol (-22 personas-, pensé), y de nuevo la maldita cifra: 400.
Quizá
no es real. Es un titular alegórico, llegué a pensar, tras comprobar que un
suceso así había hecho arder las redes en otras ocasiones. Seguí deslizando el
pulgar y continuaban los tuits deportivos. ¡Otra vez la cifra: 400! Me vinieron
las duras palabras del Papa hace unos meses en la sede del Parlamento Europeo
en Estrasburgo, al decir que no se permita convertir el Mediterráneo en un gran
cementerio... Pero sin losas con nombres, ni cruces ni fotografías que
recuerden a nadie. Un cementerio anónimo. Líquido. Olvidado. Bochornoso.
Todavía
hoy no estoy rehecho. Recelo de una sociedad como la mía y de un ciudadano como
yo. Nos hemos acostumbrado a la carroña. Ya no huele, ya no es desagradable, es
pan cotidiano, condimento de otros alimentos delicatesen. La vida humana es
número y apellido, los sustantivos han desaparecido. 400 es número, apellido,
africanos. Entonces son 400, sin más.
En
ocasiones, en un delirio heroico de martirio, pienso en tiznarme la piel,
viajar hasta Nigeria o Sudán o... y pagar un pasaje en uno de esos 'cruceros de
la mentira'. ¿Qué pasaría si naufragamos 399 africanos y 1 español? El titular
reventaría las redes sociales: "¡Catástrofe humanitaria en las costas
italianas! 400 personas ahogadas entre las que viajaba un español." No se
me va de la cabeza. Quizá sea una bonita manera de dar la vida...
Un favor. Si ocurre, y alguno relaciona el suceso conmigo y recuerda
estas palabras, no las dé a conocer hasta pasado unos días, así, quizá, los 400
ahogados, tengamos más cuota de pantalla durante más días. Pasado el tiempo, en
el mar, también mi apellido se desvanecerá entre las aguas y mi piel blanca,
junto a la oscura de tantos otros, producirá idéntica espuma al romper las olas
en la pétrea costa de nuestra conciencia humana europea.
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