Alguien me
dijo hace poco que le gustaba vivir de los recuerdos. Pero eso no siempre es
fácil, porque la tónica general es que olvidemos pronto los acontecimientos,
los momentos, las personas, con las que hemos compartido algo especial, sobre
todo si no volvemos a saber de ellas. Quizás por la vorágine de la rutina, por
el ansia de novedades, por la falta de memoria o, simplemente, porque ya pasó y
hay que mirar hacia delante.
Una de las
maneras más bonitas y más antiguas de no olvidar es escribir después sobre
aquello vivido, o a aquellas personas con quienes has compartido esa
experiencia tan especial que quizás hasta haya marcado tu vida. Todos sabemos
que, tras haber vivido algo significativo a veces con alguien concreto, hay un
antes y un después en nuestro camino. Por ello, escribir ayuda mucho: a
recordar y revivir emociones, sentimientos, sensaciones y pensamientos que
dolieron o alegraron en su momento, que ayudaron a construir en nuestra vida o
destruyeron, pero que son nuestros y forman parte de nuestra historia personal.
Y, con ellos, seguimos caminando.
Cada uno
ponemos nombre a cada experiencia vivida que nos ha marcado. Cada uno sabe
quién sería el destinatario de su carta. Aquí y hoy son los jóvenes que
vivieron de forma especial un acontecimiento con el que celebramos, año tras
año, la mayor de las fiestas: la Pascua de Resurrección.
CARTA A LOS JÓVENES QUE VIVIERON LA PASCUA
Quizá no lo recuerdes, pero hace
unos días, tal vez semanas, estabas aquí, junto a otros jóvenes como tú, expresando
que había sido una experiencia que te había marcado. Celebramos la Pascua,
¿recuerdas?
Desde aquel primer encuentro tras el viaje, todavía con la
duda de si estabas acertando al dedicar cuatro días de tus vacaciones a
"esto". Presentaciones, caras nuevas (otras no), sensación de que la
gente era un poco friki… pero ya no podías volverte. Así que a dormir y que
mañana sea lo que sea.
Vino el jueves y todo estuvo en
torno a palabras y experiencias de amor y servicio. Recuerdo que algunas de las
cosas compartidas te sonaban 'a lo de siempre', pero el testimonio de algún
compañero y alguna de las propuestas te tocó algo el corazón. Y sea como sea,
el hecho de que te laven los pies no te dejó indiferente: extrañeza,
incomodidad, escalofrío, conmoción, rechazo... ¡los sentimientos que es capaz
de suscitar un hecho tan simple! "Ponerse a los pies de alguien..." Y
junto a la intimidad del lavatorio y la celebración de la Cena, la soledad de
la noche. ¡Qué real y parecida es a veces la vida de Jesús con la tuya!,
¿verdad? Te sientes rodeado de compañeros, amigos, interactuando en las redes
sociales... y de repente, entras en tu habitación y te sientes la persona más
sola del mundo. Nada te saca de esa densa y dura soledad... Como Jesús en
Getsemaní. El deseo de que 'alguien rece contigo', que viva ese momento cerca
de ti, que puedas experimentar que tienes una mano a la que asirte, un hombro
en el que llorar, unos ojos donde descansar... pero no hay nadie. Tú. Quizá, tú
y Dios. Como Jesús. Y éste, además, traicionado por un amigo...
Ya estabas 'en sintonía' cuando
comenzamos el viernes. Habían pasado apenas 24 horas y parecía que hubieses
estado varios días. Y menudo programón: acompañar a Jesús en su camino de la
cruz (y en latín, via crucis). Más que seriedad y silencio, este día se llenó
de preguntas: ¿por qué el dolor, el sufrimiento, la injusticia, las
diferencias, el odio, la violencia...? Resonaba la noticia: "147 jóvenes
universitarios cristianos asesinados brutal y despiadadamente en Garissa, Kenya".
Suena duro, pero suena lejos. Como el camino de Jesús. Al final, el eco llama
la atención, pero no reconocer la voz ni poder dialogar hace que se pierda la
intensidad. Pero llegó tu vida. Tus sufrimientos, tus dudas, tus miedos, tus
huidas, tus mentiras, tus heridas... Y éstas sí que resuenan y conmueven y
paralizan y sacan lágrimas. En ese momento, recostar tu vida sobre la cruz no
es solo un ejercicio de psicomotricidad, es entrar en la experiencia del
descanso y la acogida incondicional... Viernes santo... Cruz, muerte,
sepulcro... ¡Vaya programón!
El sábado fue un día cuanto menos
sorprendente. O eso dijisteis bastantes de vosotros. Lo que viviste, lo
viviste. Y solo te animo a que, de vez en cuando, lo traigas al corazón. No te
dejes engañar por "fue un momento de subidón" o "fruto de un
calentón emotivo". Te recuerdo que la vida es la suma de esas experiencias
que zarandean, animan y sorprenden nuestra vida; el cúmulo de esos momentos que
al sumarlos dan como resultado las ganas de seguir adelante. Y el peor enemigo
de la vida, es el olvido.
No olvides lo vivido esta Pascua, forma parte de tu
vida, como Dios. Puede ser un fundamento para ella. Lo que viviste, ya forma
parte de ti. Lo que recibiste como promesa, guárdalo como tal. Lo que sentiste
con intensidad, tráelo de vez en cuando al corazón. (Así lo haré yo).
Y te
dejo que seguro tienes mucho que hacer, que escuchar, que decir, que enviar,
que estudiar, que perder, que disfrutar...
La Pascua que viviste, es ya tu
Pascua. ¡Disfrútala! ¡Compártela! ¡Vive y Verás!
13 de abril de 2015 (fecha original de publicación)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Muchas gracias por dejar tu comentario. ¡Hasta la próxima!